viernes, 6 de abril de 2012

¿LIBERACIÓN FEMENINA?

Llevo un tiempo pensando y observando las consecuencias que hoy padecemos como resultado de la “liberación” femenina. Si bien es cierto que debemos mucho a las mujeres que en su tiempo lucharon por hacer valer la igualdad de derechos entre ambos sexos, no debemos olvidar que quizás se nos haya pasado un poco la mano.
Hoy en día no es raro escuchar que, en ciertas partes del mundo, hay más mujeres estudiando en las universidades que hombres, porque es peor visto que una mujer no tenga una carrera. Tampoco es infrecuente oír que una mujer trabaje, atienda la casa, crie a sus hijos, haga ejercicio y se mantenga en forma, etc. Es como si constantemente tuviéramos que demostrar nuestra valía y en el proceso, el nivel de exigencia que nos imponemos es injusto, de alguna manera nos aterra que si cometemos el mínimo desliz, éste fuera a dar al traste con años de lucha y realmente nos hemos convertido en nuestros propios verdugos. 
Una mujer debe ser perfecta, mantener todo en orden, ser estricta pero sin agobiar, debe decir las cosas pero sin menospreciar u ofender, al tiempo que debe repartir los gastos económicos a medias con el hombre, para demostrar que es autosuficiente, sin olvidar que a la hora de salir de fiesta es capaz de beber, fumar y emborracharse como cualquier hombre… y podría seguir por horas enumerando la interminable lista de parámetros que nos autoimponemos o simplemente aceptamos.
La “liberación” femenina, es algo más que demostrar que podemos hacer todo lo que hacen los hombres y hacerlo a la vez que seguimos haciendo todo lo que “antes” hacían las mujeres (debemos tener presente que no somos “malabaristas de la vida”). Es algo que va más allá, es poder elegir libremente lo que queremos hacer y lo que no, sin rendir explicaciones por nuestras decisiones. Es tener la opción de casarte o vivir felizmente soltera. Es poder exigir en la misma medida que somos capaces de dar. Es estar con alguien que más que ser tu pareja, sea tu parejo, es decir, que este a la par tuya, sin que eso implique una lucha y competencia “entre sexos”. Es saber que somos capaces de hacer muchas cosas, pero eso no implica que las queramos o “tengamos” que hacer todas. Es incluso, bajar la guardia y permitir que un hombre sea el fuerte, el que nos cuide y proteja, el que a veces tome las riendas y ejerza su rol “masculino” en la pareja y nosotras el “femenino” o simplemente decidir que no queremos sacrificar nuestra libertad a cambio de estar con alguien. Es tener hijos o no tenerlos, sin que eso implique que estaremos “incompletas”.
La liberación femenina es LIBERTAD DE ELEGIR, no es más trabajo y responsabilidades; pero sobre todo es conseguir el equilibrio: entender que no se puede tener todo sin pagar un alto costo en estrés y que a veces tenerlo “todo” implica perderse a uno mismo por el camino. No en vano tanta carga ha reducido la expectativa de vida de las mujeres. Las mujeres no debemos ser feministas (otro extremo tan dañino como el machismo), sino femeninas, porque ésa es la verdadera liberación femenina.

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